Por Jesús Hernández DIARIO LAS AMERICAS Todo buen musical tiene por meta llamar la atención. Meta que Miami Libre se propone con buena música, una interpretación vocal sobresaliente y una coreografía que lleva el peso de la escenificación en la sala Knight Concert Hall, del Adrienne Arsht Center (antiguo Carnival Center); en Downtown Miami, convertido en un nightclub con mesitas y servicio de bar para la ocasión. Sin embargo, la fórmula parece encontrar su primer escollo cuando emplea español e inglés indistintamente. Aplicación que parece responder a la realidad bilingüe que nos rodea, pero termina dejando medio perdido a una parte de la audiencia. Guión que apuesta por la historia hiperrealista de un joven músico cubano que busca bienestar y libertad, pero recurre a una serie de ideas o expresiones demasiado repetidas que deja mal parado al guionista. Argumento basado en un brochazo autobiográfico de Jorge Gómez, pianista y director del grupo Tiempo Libre; quien junto a Toby Cough y Elizabeth Sobol concibió el libreto y seleccionó la música. Todo eso bajo la dirección del señor Cough y llevado de la mano por un personaje que tiene por nombre Eleguá y responde al dueño de los caminos en la práctica religiosa afrocubana yoruba. Pepito es el joven músico cubano que sufre los sinsabores de la Cuba de hoy. Vive en un vecindario solariego que llaman California, “donde es fácil entrar, pero difícil de salir” (por aquello de “You can checkout any time you like, but you can never leave” de la canción Hotel California del grupo The Eagles). Su música es marginada porque alude a unas cuantas verdades y decide abandonar la Isla en balsa detrás de María. Una joven cubana que creció en el barrio, pero vive en Miami y visita la Isla. Pepito deja a la abuela, una antigua diva de Tropicana; cruza el Estrecho de Florida, donde enfrenta la muerte y una virgen protectora (que no necesita aclarar ser la Caridad del Cobre) lo salva y termina momentáneamente en el centro de detenciones para ilegales Krome. Una vez libre, Pepito trabaja como ayudante de limpieza en una pizzería, pero ansía continuar siendo músico y el guión lo empuja a encontrarse accidentalmente con María en un nightclub de la Calle 8, donde coincidentemente el dueño es un antiguo amigo y amante de la abuela. Así, sin mayor preámbulo, Pepito termina con un premio Grammy en las manos de la noche a la mañana. No obstante, la coreografía de Rolando Lenin Ferrer y el cuerpo de baile de catorce bailarines, trece de ellos procedentes de la escuela cubana de baile; junto a la buena música timba, salsa y mambo que interpreta el grupo Tiempo Libre; propician el buen desarrollo del musical sin mayor fanfarria. Coreografía que muestra la necesaria cadencia de los bailes cubanos con movimientos de caderas y brazos plagados de sensualidad. Alex Fumero encarna el papel del travieso Elegua. Corre, brinca y trata de acentuar su presencia, pero difiere del elenco porque no muestra las habilidades del baile y el canto que requiere el musical. La gran sorpresa del musical es precisamente la interpretación de Jencarlos Canela. Un joven cubanoamericano, actor de telenovelas, músico y cantante que nació y creció en Miami. El protagonista logra encarnar el personaje del joven músico cubano balsero con una acertada dosis de cubanía, baile y voz. Asimismo, Everlayn Borges, quien cuenta con un jugoso currículo como cantante, actriz y bailarina; desempeña con carisma el papel de la novia. Ramón González Cuevas, a quien conocemos mejor por su incursión en la televisión americana (America´s most wanted, etc.) es el dueño del nighclub miamense, canta boleros y representa a la vieja guardia del exilio cubano que termina dándole una mano al músico balsero. Una buena sorpresa es la participación de Yolanda Musterlier. Una muy acertada interpretación que permite el regreso de la diva cubana a la gran escena. |
2011. október 22., szombat
2008 01 08 - Un Miami Libre entre Broadway y Las Vegas
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